El fotoperiodismo en Beauchy
Sabíamos que Julio Beauchy García había ejercido de fotoperiodista durante algunos años en su etapa profesional al tiempo que ejercía el negocio de la fotografía de estudio en Sevilla. Pero hasta que no buceamos en los archivos de publicaciones históricas, no dimos con esta noticia. Así llegamos a ‘Un marido que mata a su mujer’, una crónica publicada en el diario Las Ocurrencias en 1912 y que se puede encontrar en pdf en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España, que contiene tres imágenes para ilustrar el crimen cometido en Sevilla. Con esta crónica se ha incorporado en el portfolio del portal de BeauchyPhoto una sección exclusivamente dedicada a las Fotonoticias que recomendamos visiten por su importante valor fotográfico y periodístico.
Son muchos los aspectos que se pueden analizar en esta crónica, desde las propias imágenes tomadas por Beauchy, insólitas en la actualidad con un primer plano de la cara de la víctima, el posado de los policías y sanitarios junto al autor del crimen convaleciente y la foto de familia de los vecinos junto al lugar de la tragedia; así como el trato periodístico de la violencia de género a principios de siglo XX; y hasta el estilo que se empleaba en el periodismo sensacionalista de sucesos, más propio de un relato literario de terror que de una noticia informativa.
No hay firma del texto, solo de las fotografías, Beauchy, por lo que podría ser que, no ya la redacción, pues se incurre en el laísmo (propio de Madrid), pero sí que los datos fueran proporcionados por el propio Julio Beauchy García. Tampoco hay fuentes informativas, ni entrecomillados que citen el origen de los datos. Y la consideración a la víctima es muy revelador del tratamiento que se le daba a la violencia de género en España hace un siglo.
Imagen en primer plano de la víctima fallecida
Hoy en día no hay justificación para publicar fotos de muertos para ilustrar las noticias. Por razones de respeto a la persona, a sus familiares y amigos, esa clase de fotografías ya no se publican a no ser que aporten información de capital importancia, o se hace con la cara borrosa, como la que aparece junto a estas líneas.
Esta práctica sí se realizaba en el periodismo sensacionalista de la época, pero desde 1982 retratar a una persona fallecida es una intromisión ilegítima en el honor y el derecho a la propia imagen de la persona, y según la propia Ley Orgánica 1/1982 los herederos o familiares pueden demandar contra quienes lesionen este derecho.
Sin embargo, la fotografía post mortem y la tradición de retratar la muerte para la posteridad y mantener su recuerso era una práctica común que también fue solicitada a los Beauchy y que merece otra entrada para este Blog.
El marido es el protagonista de esta crónica de violencia de género que, en su día, se consideraba de carácter ‘íntimo’, como se puede leer en el texto reproducido al final de estas líneas. No se le tilda de ‘asesino’ ni aparece la palabra ‘asesinato’ en todo el texto. Se busca una justificación a la tragedia con una supuesta ‘infidelidad’ de la esposa y el autor de la muerte queda como una víctima de una relación infructuosa por circunstancias inevitables. No se habla de denuncia, ni de la labor de la policía, ni la hija de la fallecida tiene voz en esta noticia.
El origen de la expresión ‘violencia de género’ (‘gender violence’, en inglés) aparece por primera vez en un Congreso de la Mujer celebrado en Pekín en 1995 bajo el auspicio de la ONU. Habría que esperar, por tanto, 83 años desde esta crónica para leer este término asociado a los asesinatos machistas. Hoy en día el feminicidio tiene un código deontológico muy estricto que obliga a los periodistas a dar un trato específico en este tipo de noticias, por ejemplo, volver a recordar el balance de víctimas que se contabilizan en España de asesinatos por violencia de género desde 2003 (en 2022 ya un total 1.158 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas). Se cumplen 111 años de la publicación de esta crónica y la reproducimos a continuación para que se vea claramente cómo ha evolucionado la sociedad y el periodismo desde entonces.
Crimen en Sevilla: ‘Un marido que mata a su mujer’
En una casa non sancta de la calle de Gerona, en Sevilla, se desarrolló hace varios días un drama íntimo de trágico desenlace. Llámanse los protagonistas Antonio Moya Raigón, de sesenta años, con domicilio en la calle Gerona, núm. 21, donde se hallaba en calidad de huésped y Ángeles Leal, de cuarenta y dos, domiciliada en la calle Arrayán núm. 1. Estaban casados en segundas nupcias, haciendo como cuatro o cinco meses que por incompatibilidad de caracteres se habían separado, según parece, amistosamente. Ángeles vivía con una hija suya, llamada Victoria Román, habida en su primer matrimonio. Con lo que ambas ganaban trabajando atendían modesatamente a sus necesidades. No pasado mucho tiempo de la separación, Antonio Moya se presentó en el docimicilio de su esposa, rogándola que fuera nuevamente a vivier con él, a cuya pretensión se negó aquella. En otras ocasiones, y transcurridos un par de meses, volvió con la misma cantinela a su mujer; pero ésta insistió en su negativa, agregándole que no fuera más a buscarla a su casa. Esto le hizo caer a Moya en la sospecha de que su esposa le fuese infiel; pero bien pronto se desvaneció sus dudas, al ver que, a pesar de celarla, no logró sorprenderla con quien en un principio creyó causante de su desdicha. La semana última Moya enontró a su mujer, citándola para celebrar una entrevista a lo que ella accedió. La conversación se deslizó en un tono en el que apenas se apercibieron de ella la encargada de la casa, como tampoco una de las pupilas que allí estaba. Después... Un tajo feroz que acabó con la vida de la Ángeles, y otro tajo que el matador se propinó en el cuello, con ánimo de poner fin a su existencia... Y ni un grito, ni rumor de lucha; nada que pudiera indicar que algo anormal había sucedido. No logró el matador quitarse la vida, y su respiración anhelosa llamó la atención de la encargada de la casa. Dolores Salguero Reyes, la cual empujó suavemente la puerta con objeto de ver lo que sucedía, retrocediendo seguidamente, aterrada ante el espectáculo que sus ojos vieron. Sobre la cama, cuyas ropas se hallaron en completo orden, se encontraba el matrimonio, vestido. Ella, cuya ropa se hallaba manchada en sangre, como también las de la cama, estaba en posición, natural, muerta, y él en sentido transversal, con la cabeza apoyada en las piernas de su mujer, desangrándose por la herida que se había causado. El arma homicida -una navaja barbera- estaba en el suelo, como también el sombrero. Antonio Moya fue llevado a la Casa de Socorro y luego al Hospital, donde falleció.
Las Ocurrencias era un periódico ilustrado creado por José Esaín Raymat, antiguo redactor de El Imparcial, que estuvo en la calle hasta finales de 1913, tras 138 números publicados. Especializado en sucesos, aprovechó el creciente interés del público por este tipo de noticias a finales del siglo XIX y principios del XX formando una sección en los diarios de interés general. Su primer número se publicó el 12 de mayo de 1911, casi un año antes de la aparición de la crónica cuyas fotos firmaba Beauchy.
El periodismo sensacionalista de sucesos en España era un fenómeno relativamente reciente, que tuvo su auge entre 1833 y 1917. La primicia y la exclusiva pasaron a ser uno de los grandes aportes del periodismo de sucesos que luego serían piedra angular de la actualidad informativa. Otros títulos de periodismo de sucesos de la época fueron El Duende (1910-1914), Los Sucesos Semanales (1923), Gran Proyector (1930), Los Grandes Sucesos (1931) o La Linterna (1935).